I. Breve introducción
En el monumental libro El pensamiento filosófico latinoamericano,
del Caribe y “latino” (1300-2000), compilado por Enrique Dussel, Eduardo
Mendieta y Carmen Bohórquez, hay varias referencias al religioso y filósofo
español Ignacio Ellacuría, quien desarrolló desde 1967 su labor docente e
investigativa en la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El
Salvador, hasta aquella fatídica noche del 16 de noviembre de 1989 cuando fue
vilmente asesinado en la etapa final de la guerra civil que por más de una
década vivió ese país centroamericano.
Por ejemplo, en el apartado La fenomenología y la filosofía existencial, de la segunda parte del libro titulada Corrientes filosóficas del siglo XX, en
el segmento dedicado a Centroamérica,
se puede leer: “En El Salvador la presencia del sacerdote Ignacio Ellacuría
(España, 1930-El Salvador, 1989) ha sido muy importante, aunque truncada por
manos asesinas (…) Efectuó aportes a la teología de la liberación y a la
filosofía a partir de la formación que había recibido de Xavier Zubiri y del
contacto estrecho con él (…) Sus obras filosóficas –publicadas póstumamente–, permiten
apreciar el desarrollo de su pensamiento, en el que el diálogo es también,
naturalmente, con la fenomenología y el existencialismo” (Dussel y otros, 2011:
306).
En dicho libro se aprecian otras
referencias sobre los aportes de Ellacuría a la filosofía latinoamericana,
sobre todo en campos fundamentales como la Filosofía
de la Liberación y, por supuesto, la Filosofía
de la religión.
Esta es una muestra del
reconocimiento que se ha hecho a Ignacio Ellacuría, quien a partir de sus
estudios sobre la obra del filósofo español Xavier Zubiri, pero también gracias
a la amistad que entabló con él, le fue posible edificar un aparato filosófico
propio, con una perspectiva crítica, donde un aspecto clave es la función
liberadora que debe asumir la filosofía frente a la dura realidad social y política
que enfrentan los latinoamericanos.
El académico e investigador
salvadoreño Héctor Samour, cuenta en el artículo biográfico sobre Ellacuría,
escrito especialmente para el libro que comentamos, como el propio filósofo
reconocía la influencia de Zubiri en sus propuestas, pero también como tuvo
mucho cuidado de no repetir sus modelos o sistemas al adaptarlos a la realidad
concreta que se analizaba entonces: El Salvador.
“En varias ocasiones Ellacuría reconoció que sus planteamientos sobre el carácter político que les asignaba a la filosofía se debían en gran medida a la filosofía de Zubiri, aunque supusieran una reelaboración en orden de resolver los problemas que planteaban la realidad latinoamericana y no pretendiera, por consiguiente, una repetición exacta de su pensamiento” (Dussel y otros, 2011: 961).
Explica también Samour, que dos
fueron los objetivos de la tarea filosófica de Ellacuría. Por un parte, la
difusión de la novedad histórica y del potencial crítico y creador de la
filosofía zubiriana; y, por la otra, la adopción de sus tesis fundamentales y
del método zubiriano para la construcción de una filosofía de la liberación
latinoamericana.
En el primer ámbito, específicamente
el potencial crítico y creador de la filosofía, tanto de Zubiri como de
cualquier otra, podemos ubicar el texto que brevemente analizaremos para este
trabajo: “Filosofía, ¿para qué?”,
escrito originalmente por Ignacio Ellacuría en 1976 y en el que propone, como
funciones principales de la enseñanza y estudio de la filosofía, la búsqueda
del saber y la desideologización, lo cual a su juicio evita la alienación del
hombre y facilita su auténtica liberación.
II. Elementos de la estructura externa
Como referimos en un primer análisis
hecho para la asignatura Análisis de
textos filosóficos de la UCA (Segundo
sexo de Simone de Beavoir), antes de emprender la exposición del esquema
básico del texto o de la organización de su contenido es necesario explicar lo que
hemos denominado “estructura externa” del escrito. La estructura externa está
compuesta por los componentes pragmáticos que conforman el enunciado.
En primer lugar, es fundamental asumir
que el texto a analizar, como tipología textual, es una artículo de divulgación. Ellacuría publicó muchos artículos de
divulgación en revistas universitarias. Los temas fundamentales eran la
filosofía de Xavier Zubiri, los estudios religiosos, la sociología, la política
y el pensamiento universitario. En vida, Ellacuría sólo preparó como libro Filosofía de la realidad histórica
(1990), el cual sólo llegó a la imprenta luego de su muerte.
Aquí vemos, además del tipo de
texto, una característica del mismo que también asoma particularidades del
productor textual, la intencionalidad de difundir masivamente a lectores “no
especializados”, estudiantes universitarios y de bachillerato y,
definitivamente, público en general, el producto de sus cavilaciones e
investigaciones académicas. Ellacuría pensaba fundamentalmente en estudiantes
de la UCA y a sus docentes, pues hay que recordar que la publicación original
del texto fue en 1976, apenas siete años después de fundado de Departamento de
Filosofía de esa institución universitaria (1969).
De hecho, una característica, ya en
el espacio textual del escrito, es la materialización explícita de esa
intención divulgativa no especializada. El texto comienza: “Este articulejo va
dirigido a quienes se ven obligados a dar filosofía sin saber bien cómo hacerlo
y, sobre todo, a quienes se ven obligados a tomar esa materia sin saber bien ni
por qué ni para qué”. Aquí vemos claramente componentes contextuales o
pragmáticos que nos permiten entender no sólo el contenido del texto sino
también su intencionalidad y su ubicación exacta. También, el propio Ellacuría
da un primer guiño al lector a calificarlo de “articulejo”, para definir no una
falta de rigurosidad, sino más bien la utilización a lo largo de todo el
escrito de un lenguaje sencillo y ameno, propicio para una difusión mayor y un
mejor entendimiento del planteamiento interno. Asimismo, explicita a quiénes va
dirigido: profesores y estudiantes universitarios.
Otro componente de esa estructura
externa es el título de la obra, el cual nos da también, en este caso concreto,
pistas concretas de la intencionalidad. En el título ya se presenta el tema: la
filosofía; y, en segundo lugar, se plantea la pregunta retórica que habrá de
mover todo el aparato argumentativo del texto: ¿para qué?. La suma de “Filosofía, ¿para qué?, nos advierte esa
pretensión expositiva-argumentativa que transversa el texto.
Por tal razón, el modo de
organización discursiva del texto que analizamos es expositivo-argumentativo.
La tesis a desarrollar en la argumentación está elidida en la pregunta retórica
que habrá de responderse justamente con la enumeración de argumentos que
sustentes ese “para qué” de la filosofía. Sin embargo, es expositivo también,
pues Ellacuría, como docente e investigador y, además, pensando en un público
específico, supo que era necesario además de responder una tesis, echar mano de
un tipo de discurso expositivo, progresivo y ordenado, que ayuda a su
comprensión y entendimiento. Eso sí, nunca abandonando el propósito
argumentativo que es la persuasión. ¿Cuál persuasión? Que la filosofía, su
estudio y enseñanza, es fundamental para la liberación del hombre.
III. Organización del contenido. Principales ideas del texto
Ahora
aquí iniciamos la presentación del esquema básico del texto. El artículo “Filosofía, ¿para qué?, escrito por
Ignacio Ellacuría en 1976, publicado originalmente en la revista Abra y
reeditado en 1987 y 1998, consta de título, 43 párrafos y 4 intertítulos
numerados. Los intertítulos nos permite aprehender preliminarmente una
estructura general del texto, lo cual ya también nos facilita observar algunos
temas que se desarrollarán y las ideas principales que rigen el texto.
Al inicio, el texto comienza sin un
intertítulo inicial, por tal razón podemos asumir que los párrafos 1, 2 y 3 son
la “Introducción” del artículo, pues además el párrafo 4 está antecedido por el
primer intertítulo identificado con el número 1. Así podemos apreciar una
estructura general preliminar, la cual desglosaremos de inmediato:
I.
Introducción
II.
Sócrates y la necesidad de
filosofar
III.
La filosofía como modo de saber
IV.
La filosofía como principio de
desideologización
V.
A modo de conclusión
I. Introducción
Párrafo I. A quién va dirigido el texto y
primeras preguntas. Como
referimos más arriba, en este primer párrafo Ellacuría advierte a quién va
dirigido el texto (profesores y estudiantes). Y de inmediato lanza las primeras
preguntas, fundamentalmente el porqué está la filosofía en los planes de
estudio y de formación los últimos 25 siglos.
Párrafo II. Filosofía: ¿erudición? Aquí
ya comienza un diálogo entre las preguntas que se planteará a lo largo del
textos y las respuestas que presentan para ir avanzado en la exposición argumentativa.
Responde que el hecho de que la filosofía esté en los planes de estudio podría
hacer pensar que se trata de un ejercicio de erudición y de cultura. Pero,
responde que no es así. Apela a Kant y asegura que la filosofía como erudición
y cultura no es filosofía, y que lo único que se puede enseñar es a filosofar
Párrafo III. Filosofar es la clave. Ellacuría
reitera que desde esa perspectiva sí se justifica un porqué y para qué en los
25 siglos de filosofía: el hombre al filosofar entiende la existencia y el
propósito de la filosofía en sí.
II. Sócrates y la necesidad de filosofar
Párrafo IV. Sócrates, primer ejemplo del filosofar. El productor del texto presenta a
Sócrates no como el primer filósofo, pero sí como el primer hombre que se
atrevió a filosofar.
Párrafo V. Sócrates ciudadano. Aquí
Ellacuría comienza la enumeración de las condiciones que hicieron que Sócrates
“filosofara”. En primer lugar que era ciudadano de Atenas, por lo tanto
político y, en consecuencia, alguien que le interesaba los problemas de su
ciudad.
Párrafo VI. Sócrates sabio. En segundo
lugar, el autor nos presenta a Sócrates como sabio, aunque él no se consideraba
tal cosa. No obstante, para Ellacuría, dos cosas caracterizaban la sabiduría
del filósofo ateniense: centra el verdadero problema de la filosofía en el
hombre mismo (antes los pre-socráticos se concentraban en la physis, la naturaleza). De allí la
famosa frase “conócete a ti mismo (γνῶθι σεαυτόν). Y, en
segundo lugar, que “sólo sabe bien lo que cree saber el se percata desde ese su
saber que no sabe nada”. De allí, también, otra frase atribuida a Sócrates:
“Sólo sé que no sé nada” (ἓν οἶδα ὅτι οὐδὲν οἶδα). De la conjunción de estas dos perspectivas surge el
filosofar de Sócrates: la búsqueda del saber humano y el saber político para la
recta humanización y la recta politización.
Párrafo VII. Sócrates sabio crítico. Sócrates
emprende dos batallas: pelea con quienes creen tener el verdadero saber y
combate con quienes desde el poder detenta un saber que tampoco es verdadero.
Por esa razón, el saber socrático es un saber crítico.
Párrafo VIII. Sócrates filósofo por
vocación. El filósofo ateniense no podía ni sabía hacer otra cosa, cuenta
Ellacuría. Filosofaba porque era su vocación, porque era su vida. Para él una
vida sin filosofar no valía la pena. Por tal razón, luego de emprender esas
batallas del párrafo anterior y porque se le acusó de delito y se le quiso
obligar a dejar su vida (el filosofar), prefirió la muerte.
Párrafo IX. Sócrates filósofo con técnica.
No basta la buena voluntad y la vocación para filosofar bien Y Sócrates además
de la sabiduría, la actitud crítica y la vocación, poseía técnica. Ellacuría
recuerda que al filósofo ateniense se le atribuyen los primeros pasos técnicos
en busca de la definición y el concepto, así como la inducción y la dialéctica.
Párrafo X. Una conclusión socrática. Ellacuría
enumera aquí las características descritas anteriormente sobre Sócrates, para
describir a ese hombre “que fue conciencia crítica de su ciudad”. Esas
características son poseer un verdadero saber sobre el hombre y la ciudad;
entender ese saber como saber crítico y operativo; filosofar con afán de servicio,
desprendimiento y libertad; poner en esa tarea la vida si es necesario; y, por
último, hacerlo con técnica y sin rehuir al trabajo intelectual. Para
Ellacuría, esto abrió el camino no sólo para Platón y Aristóteles, sino para los
25 siglos de filosofía que refirió en el primer párrafo del texto. Una
filosofía, sin la cual, la Humanidad perdería “una de sus grandes posibilidades
de saberse y realizarse adecuadamente”.
En
este punto, suelta una pregunta retórica que antes del siguiente intertítulo,
el cual marca el inicio de una nueva parte, nos interroga sobre en qué se basa
esa pretensión de la filosofía.
III. La filosofía como modo de saber
Párrafo XI. Diatriba filósofos vs.
científicos. Se interroga Ellacuría de cómo es posible en la actualidad que
la filosofía tenga un lugar entre los profesionales del saber, cuando los
científicos se han apoderado del “imperio del saber”.
Párrafo XII. Si hay filosofía con ciencia.
De entrada, Ellacuría zanja esa diatriba advirtiendo que no es cierto que no
haya existido filosofía a la par de las ciencias naturales tal como hoy las
conocemos. Recuerda que Aristóteles filosofaba cuando ya estaba constituida la
matemática y científicos como Descartes, Leibniz y Newton vieron en la
necesidad de filosofar sobre el avance de las ciencias.
Párrafo XIII. Sin embargo hay diferencias.
En este brevísimo párrafo, Ellacuría advierte que el conocimiento filosófico y
el científico son diferentes.
Párrafo XIV. Planos del saber, planos de la
realidad. Recupera la noción platónica de los dos mundos: el aparencial y
el verdaderamente real, con sus implicaciones. Recuerda a Marx como un filósofo
preocupado por “buscar” lo que está detrás de las apariencias.
Párrafo XV. ¿Qué busca el científico y qué
busca el filósofo? Aquí, Ellacuría advierte la dificulta de diferenciar los
objetos de ambos profesionales del saber. Responde: el científico busca saber
con certeza cómo funciona una cosa, mientras que el filósofo quiere saber cómo
es en realidad una cosa.
Párrafo XVI. El filósofo objeta la certeza
de las cosas. Para el autor del texto, el filósofo no puede conocer sólo la
certeza de las cosas, pues reduce el saber al conocimiento cierto y reserva la
certeza a lo verificable, dejando así de lado “lo más rico de la realidad”. Allí
gana el filósofo porque incluso asume el tratar de conocer esas notas de las
cosas que están fuera de lo verificable o cierto.
Párrafo XVII. ¿Entonces qué busca el
filósofo? Aquí el texto plantea esa pregunta junto con la justificación si
sigue siendo necesario el saber filosófico.
Párrafo XVIII. Respuesta: seguir buscando
el verdadero saber. Es el buscar el verdadero saber y no necesariamente el
encontrarlo, la labor del filósofo. Seguir preguntándose que es el saber es su
propósito. Ese es el primer campo de trabajo del filósofo: la búsqueda
indetenible de qué es el saber.
Párrafo XIX. El filósofo va por su propio
camino. El hombre que filosofa se pregunta, como el científico, el porqué
de las cosas, por lo hace de un modo peculiar. No busca causa y consecuencias
de un fenómeno sino como éste forma parte de la estructura misma de la
realidad, entendida en su unidad total y última. Aquí, ya Ellacuría empieza a
asomar su influencia zubiriana en el artículo.
Párrafo XX. ¿Qué es la realidad? Segundo
campo de trabajo del filósofo. Qué es la realidad y cómo se puede presentar
la realidad. Conocimiento y realidad son dos factores claves en el camino del
saber. Y el hombre, como elemento de conexión entre la realidad y el
conocimiento que tenemos de ella, es pieza fundamental del filosofar y, por
ende, de la filosofía misma.
Párrafo XXI. El hombre en la realidad. Para
Ellacuría, la filosofía es un saber segundo, algo que acomete el hombre sólo
desde su madurez intelectual. Pero señala que se trata de que responder las
preguntas clásicas de Kant, como qué puedo saber, que debo hacer y qué puedo
esperar se resumen en una sola y única pregunta: qué es el hombre. Y hablamos
de un hombre en la realidad, y es la historia el lugar de plenitud y revelación
del hombre y su realidad. Aquí seguimos apreciando la filosofía zubiriana y lo
que luego desarrollaría con más detalle Ellacuría en sus planteamientos.
Párrafo XXII. El sentido de la realidad.
Tercer campo del trabajo del filósofo. Si hablamos de la realidad y el
hombre ubicado en esa realidad, surge la pregunta ineludible del sentido de la
realidad. La explicación existencial que busca darle el hombre en ese “estar”
en la realidad. Allí, el autor del texto nos invita a hacernos unas preguntas
sobre el sentido de la vida humana, es decir su acción social, histórica, en
fin, su acción histórica.
Párrafo XXIII. Saber filosófico: ingente
esfuerzo de la humanidad. Intentar lograr un saber filosófico, darle
sentido a la vida, implica un gran esfuerzo. Pero un esfuerzo estrictamente racional
y crítico.
Párrafo XXVIV. Otra vez Sócrates: el
problema de no poseer el saber o poseerlo mal. Aquí retoma su gran ejemplo:
Sócrates. Ellacuría advierte que la sabiduría humana debe estar al servicio de
causas nobles. Cuando un hombre no se preocupa por tenerla o erróneamente cree
poseerla es un delito de inhumanidad y peligroso, y más inhumano y más
peligroso aún si sucede en quienes tienen la responsabilidad de gobernar.
IV. La filosofía como principio de
desideologización
Párrafo XXV. La filosofía al servicio del
orden imperante. Ya en el párrafo anterior, Ellacuría nos muestra su peor
temor: la falta de filosofía en los decisores políticos o, peor aún, poner la
filosofía al servicio del orden imperante. Para él, éstas son aquellas
filosofías que sin una visión crítica se utilizan para exponer “positivamente”
cómo son las cosas, sin cuestionarlas, sin preguntarse profundamente sobre
ellas. Por tal razón, cita a Kant y a Marx, una vez más, como ejemplos de
debate filosófico crítico con la realidad.
Párrafo XXVI. Un giro necesario: Filosofía
e ideología. Un párrafo de dos líneas para indicar que un punto de
inflexión en el texto: replantear el papel de la filosofía, esta vez respecto a
las ideologías.
Párrafo XXVII. Nociones de ideología. Aquí
Ellacuría hace un brevísimo recorrido por las nociones sobre ideología: desde
el sistema de ideas de un autor hasta la ideología como sustitutivo de la
realidad o como enmascaramiento de la realidad. Incluso, explica cómo un
pensamiento o un sistema de pensamiento está situado, es decir, relacionado a
una situación concreta, por lo que el elemento ideologizador del pensamiento no
está sólo en su contenido, sino fundamentalmente en relación con una
determinada situación o acción.
Párrafo XXVIII. ¿La filosofía es una
ideología? He allí el peligro de utilizar la filosofía como ideología, pues
tendería “a convertirse en una aparente racionalización de subjetividades
interesadas”. Ya no sería inquisidora racional sino arma para la dominación.
Párrafo XXIX. Otra vez filosofía y
realidad, a propósito de la ideología. Ellacuría hace una pregunta clave:
¿La filosofía es ideologizadora o desideologizadora?
Párrafo XXX. La relativa autonomía del
pensamiento. Para el autor hay que partir del carácter autónomo del
pensamiento, que a pesar de estar situado y condicionado, no necesariamente está
predeterminado. Se critica el pensamiento desde el propio pensamiento, por tal
razón hay que rescatar el carácter liberador y racionalizador del pensar humano.
Párrafo XXXI. Pensadores asalariados.
Cómo los detentores del poder conocen el poder del saber coartan el pensamiento
y buscan pensadores asalariados. No obstante, la autonomía del pensamiento
permite su individualidad y su acción. La filosofía debe tender a profundizar
dicha autonomía para liberarse de cualquier imposición para acometer su tarea
crítica y racional.
Párrafo XXXII. Dos mecanismos: la duda y la
negación. Brevemente, Ellacuría menciona los dos mecanismos que garantizan
ese proceso de independencia y ese propósito de desideologización: la duda y la
negación.
Párrafo XXXIII. Posibilidad crítica de la
filosofía. Ambos mecanismos (duda y negación) fundamentan la posibilidad
crítica de la filosofía. Pero es una tarea que debe emprender con las demás
ciencias. Además, advierte que hay que tener cuidado con la etiqueta de
“revisionista” que imponen a los que a través de la duda y la negación asumen
una actitud crítica permanente. Sin embargo, concluye el párrafo con la
afirmación de que la filosofía es el lugar propio de la duda y la negación y,
por ende, de la posibilidad de desideologización.
Párrafo XXXIV. El peligro de los límites en
la filosofía. La filosofía busca siempre salirse de los límites de
cualquier punto de vista para ver las cosas desde una perspectiva más amplia.
Pero ese “salirse” debe tener cuidado de no convertirse en una alienación o una
evasión de la realidad que analiza.
Párrafo XXXV. La filosofía deja de serlo
cuando abandona la crítica. De lo anterior se desprende que la filosofía se
convierte en ideología cuando abandona su actitud crítica y emprende una tarea constructiva
y sistemática repetitiva y no creativa. Para Ellacuría, cuando la filosofía se
usa como representación o repetición de la realidad, sin crítica, sin creación,
se convierte en pura ideología.
V. A modo de conclusión
Párrafo XXXVI. ¿Para qué sirve la
filosofía? Para saber y para desideologizar. Comienza con este apartado las
conclusiones generales del texto. En primer lugar, Ellacuría revisa si se ha
respondido la pregunta inicial: ¿Para qué sirve la filosofía? Y responde: para
saber y desideologizar. Y recuerda su mejor ejemplo: Sócrates.
Párrafo XXXVII. La sociedad necesita la
filosofía. La filosofía, como en Sócrates, no puede quedarse en una actividad
individual. La sociedad entera debe filosofar pues ésta necesita a la
filosofía.
Párrafo XXXVIII. Necesita su dimensión
negativa y crítica. La sociedad necesita a la filosofía en su dimensión
negativa y crítica, en todos los ámbitos. Aquí nombra por primera y única vez a
El Salvador, sitio de enunciación original del texto, como la explicitación del
lugar que requiere urgente esa filosofía liberadora, crítica y
desideologizadora. “Hay infinidad de elementos ideologizados que no responden a
la verdadera naturaleza del pueblo salvadoreño y que favorecen la perpetuación
de un orden injusto”, dice el filósofo jesuita. Por eso implora la existencia
de “Sócrates implacables” para emprender esa necesaria tarea por el saber
crítico.
Párrafo XXXIX. Necesita su dimensión
constructiva y sistemática. Pero ese saber crítico también debe ser
constructivo y sistemático, pero sin copiar modelos y que no sea repetitivo,
pues estaría, como advirtió antes, ideologizando en vez de desideologizando.
Párrafo XL. ¿Cómo filosofar entonces?
Implica dos necesidades. Además esa filosofía implica dos grandes
necesidades: el estar instalado en la realidad y, por otra parte, el saber última y totalmente cómo es esa
realidad, más allá de sus apariencias. Para ello, recuerda el necesario
carácter técnico de toda filosofía.
Párrafo XLI. Hay que enseñar a pensar.
Una vez satisfechas esas necesidades y visto el carácter técnico, es imprescindible
entonces enseñar a la gente a pensar. Ellacuría invita de manera denodada a los
estudiantes a tomar manuales, libros y todo documento filosófico para iniciar
un diálogo con “los grandes maestros del pensar”. Y, además de suscitar un
espíritu crítico, atreverse a producir pensamiento, a ser creativos, a
analizar, a comprender y, luego de halladas las respuestas, comunicarlas.
Párrafo XLII. Condiciones para filosofar.
Ellacuría no abandona su misión y expresa todo lo planteado se logrará
dependiendo de las condiciones de profesores y estudiantes, recordando que no
se trata de la transmisión de contenidos, sino de la puesta en marcha de la
propia capacidad de los miembros de la comunidad educativa para pensar de
manera crítica y autónoma.
Párrafo XLIII. Filosofar para buscar una
verdad operativa y liberadora. Por último, Ellacuría concluye que la verdad
nos hará libres. Que la filosofía busca esa verdad y de allí su función
liberadora. Pero que se trata también de una verdad operativa, es decir, que
facilite la liberación del hombre, que impida su alienación, pero sobre todo
que ayude a la emancipación definitiva de nuestros pueblos. Allí vuelve a
rematar la respuesta conclusiva a la pregunta del para qué de la filosofía:
“Cuando estos pueblos cuenten con la posibilidad real de pensar por sí mismos
en todos los órdenes del pensamiento, es que ya van camino de la libertad y de
la posesión plena de sí mismos. He ahí el para qué de la filosofía”.
IV. Significados de los términos-clave
Aunque el texto es extenso y en el
apartado anterior se presentan algunos de los términos clave del escrito analizado,
creo conveniente especificar algunos.
a.
Sócrates (Atenas, 470-399 a.C). Filósofo de la antigua Grecia y maestro de
Platón. Considerado el primer pensador sistemático, pero sobre todo recordado
por su compromiso inquebrantable con su ciudad, con el filosofar, con la moral
y la justicia. Por su terquedad y su sinceridad, así como por su calidad
humana, ganó el cariño y el respeto de los jóvenes, pero al mismo tiempo el
odio y la enemistad de los sofistas (a quienes tanto atacó) y de los detentores
del poder de la ciudad, quienes vieron en él una amenaza. Por tal razón, fue
enjuiciado y obligado a abandonar la ciudad de Atenas o permanecer en ella,
pero sin filosofar ni enseñar. Optó por la otra salida que le ofrecieron: la
muerte. Sosegadamente bebió la cicuta. Ignacio Ellacuría, en su escrito, lo
utiliza como el mejor ejemplo de la historia de la filosofía (además el
primero) del filósofo comprometido con el pensar, con el filosofar. Por tal
razón, el autor enumera las características analizadas en la figura de Sócrates
y que debe tener todo filósofo: poseer un verdadero saber sobre el hombre y la
ciudad; entender ese saber como saber crítico y operativo; filosofar con afán
de servicio, desprendimiento y libertad; poner en esa tarea la vida si es necesario;
y, por último, hacerlo con técnica y sin rehuir al trabajo intelectual.
b.
Saber filosófico. El saber filosófico es racional, argumentado y es
producto de un método. Ese método, fundamentalmente, consiste en asumir una
actitud despierta ante la realidad. Esa actitud debe obligar al hombre a
interrogarse profundamente sobre la naturaleza de las cosas, a diferencia del
saber científico que se limita fundamentalmente a cómo funcionan las cosas. El
saber filosófico pretende responder preguntas más amplias que no se limiten
sólo a lo observado o analizado, sino también a su lugar en la estructura
compleja y total de la realidad. Por tal razón, el saber sobre el hombre y su
situación es importante en para construir “saber filosófico”. También el saber
filosófico, como episteme, se observa
como oposición a la opinión o conjetura (doxa),
la cual no requiere de método, ni razón. Se vincula a la verdad o, la búsqueda
incansable por ella. Ignacio Ellacuría prefiere no hablar de filosofía sino de
filosofar, como la actitud, el método y la actividad propicia para alcanzar el
saber verdadero, el verdadero saber filosófico.
c.
Realidad. Noción clave en los
textos filosóficos de Ellacuría y la pista más evidente de la influencia de
Xavier Zubiri. La realidad es compleja y estructurada. En Ellacuría, la verdad
no es la realidad, es parte de ella. “La verdad de la realidad no es lo ya
hecho; eso sólo es una parte de la realidad”, advierte en su libro Filosofía de la realidad histórica
(1990). Influenciado por Zubiri, Ellacuría comprendía la realidad como parte de
la estructura formal de la inteligencia del ser humano. De allí, su concepción
de la realidad, como realidad histórica, en la que el hombre está situado y
donde “debe hacerse cargo de ella”. Por tal razón, Ellacuría, en el texto
analizado, da gran importancia a la realidad, pero desde su perspectiva
zubiriana, es decir, compleja e histórica. La identifica como el “segundo campo
de trabajo del filósofo”. Asimismo, habla del
“hombre en la realidad” y la “búsqueda del sentido de la realidad”, este
último al que califica como el “tercer campo del trabajo del filósofo”.
d.
Ideología. Término clave en el texto. Ellacuría advierte el peligro de que
la filosofía se convierta en instrumento para enmascarar la realidad y, por
ende, sea el lugar propicio (esa realidad donde el hombre “está” situado) para
su enajenación y su alienación. Por tal razón, en Ellacuría, la ideología no se
limita al concepto clásico de sistema de creencias de un grupo, sino se ubica
más cerca del concepción marxista de la ideología como “falsa conciencia”, es
decir, como el manto que distorsiona la realidad y la presenta como una
“realidad normal”, la cual el hombre no puede apreciar la diferencia
precisamente por la enajenación y alienación que esa misma “realidad falsa”
ejerce sobre él. La filosofía, entonces, puede ser instrumento para ese
enmascaramiento o distorsión “formal” de la realidad. O, por el contrario,
desde una perspectiva de crítica permanente, convertirse en una filosofía que
libere al hombre de esa alienación a la cual está sometido. En síntesis, se
trata de aquello que llamó Ellacuría “función liberadora de la filosofía”.
e.
Liberación. Otro elemento clave no sólo del texto, sino también de toda la
filosofía de Ellacuría. La filosofía debe estar al servicio de la liberación o
emancipación de los pueblos. Por tal razón, como dijimos al inicio del texto,
los aportes de Ellacuría a la denominada filosofía
de la liberación es indiscutible. Resulta natural que el aparato retórico del
texto analizado concluya con un llamado a la liberación. La filosofía debe mantener
una actitud crítica permanente para lograr un saber verdadero, un saber que
produzca una verdad, pero una verdad operativa, dice Ellacuría, una verdad que
permita la liberación.
V. ¿Qué quiso comunicar Ignacio Ellacuría? ¿Cómo lo hizo?
Parte de lo quiso comunicar
Ellacuría se ha respondido a lo largo del análisis. Pero es interesante sintetizar
aquí su sincera pretensión de responder una pregunta necesaria: ¿Para qué la
filosofía? Si nos ubicamos en el contexto, podremos entender esa necesidad. El
texto fue publicado originalmente en 1976. Cómo referimos anteriormente, a sólo
siete años de la fundación del Departamento de Filosofía de la UCA y en un
momento histórico para la República de El Salvador, pues es la fecha, para
muchos, donde se ubica históricamente el inicio del conflicto social, político
y, más tarde, bélico, que sufrió esa nación centroamericana por más de una
década.
Por tal razón, Ellacuría, al inicio,
identifica a quiénes está dirigido el artículo y en una parte hace referencia
específica a El Salvador, al indicar: “Hay infinidad de elementos ideologizados
que no responden a la verdadera naturaleza del pueblo salvadoreño y que
favorecen la perpetuación de un orden injusto”.
Ellacuría quería que estudiantes,
profesores, pero también el público en general, de El Salvador de 1976, no sólo
entendiera la importancia de la filosofía a partir de su utilidad crítica y
liberadora, sino también el momento histórico crítico, de inflexión, complejo,
que vivía la sociedad salvadoreña, y para lo cual era necesario una actitud
crítica, en síntesis, una actitud filosófica, un filosofar urgente y necesario.
¿Cómo lo hizo? Un artículo con una
estructura sólida, expresada incluso en el orden y organización de sus
intertítulos. Con un uso inteligente y periódico de preguntas retóricas para
motorizar y actualizar los temas que se discuten a lo largo del texto. Y con un
lenguaje no rebuscado que responde a la intencionalidad de su tipología
textual: artículo de divulgación.
VI. Comentario personal
Algunos, y con razón, identifican a
Ignacio Ellacuría con el calificativo de “El Sócrates de América”. Ellacuría,
como Sócrates, su ejemplo y tema transversal en el texto analizado, dio su vida
por la filosofía y por la búsqueda de esa “verdad operativa para la liberación
de los hombres”. Durante toda su vida, Ellacuría mantuvo esas mismas
características socráticas que en el texto describe y analiza detalladamente.
Como el filósofo griego, Ellacuría también fue “conciencia crítica de su
ciudad”: El Salvador, lo cual le costó la vida.
En su vida y en su obra, como
Sócrates, es evidente su interés por poseer un verdadero saber sobre el hombre
y su realidad; mantuvo en todo momento una actitud crítica; fue altamente
técnico y profundo en sus métodos y planteamientos; filosofó con afán de
servicio, desprendimiento y libertad; y, de hecho, puso su vida, literalmente, en
esa tarea.
Para mí, como un venezolano que
recién conoce la vida de este religioso y filósofo español-salvadoreño y su
legado, no sólo en la filosofía de la
liberación sino también en El Salvador y en la UCA, se hace evidente la
importancia de este texto, pues sintetiza muchas de las ideas fundamentales de
la filosofía de Ellacuría y de su postura crítica sobre la realidad que
analizaba, pero que también vivía, padecía.
Analizar el texto, parte por parte,
desde una perspectiva pragmática y también de contenido, contribuye a la
ampliación de mi horizonte de entendimiento para abordar la filosofía que asumo
con compromiso como un imberbe y recién iniciado en esta materia: una filosofía
para liberación del hombre y de la mujer, alienados por la sociedad capitalista
y neoliberal; una filosofía para emancipación de los pueblos de Nuestra
América, históricamente oprimidos y explotados por las naciones poderosas; una
filosofía que busque una verdad no sólo contemplativa, sino también operativa,
para responder a las necesidades de la realidad histórica en la que estamos situados,
eso sí, sin abandonar la rigurosidad técnica y manteniendo una conciencia
crítica, para no caer en “lo mismo” contra lo que se combate.
VI. Bibliografía
Calsamiglia,
H. y Tusón, A. (1999). Las cosas del decir. Barcelona: Ariel
Dussel
y otros (Ed.) (2011). El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y
“latino”. México: Siglo XXI
Ellacuría,
I. (1990). Filosofía de la realidad histórica. San Salvador: UCA Editores
Ellacuría,
I. (2001). Escritos filosóficos. Tomo III. San Salvador: UCA Editores
Escandell,
M.V. (1996). Introducción a la pragmática. Barcelona: Ariel, 1999
Hirschberger,
J. (1961). Breve historia de la filosofía. Barcelona: Herder, 1998
Müller,
M. y Alois Halder (1976). Breve diccionario de filosofía. Barcelona: Herder,
2001
Van
Dijk, T. (1998). Ideología. Barcelona: Gedisa.
5 comentarios:
Muy bueno el análisis, lo disfruté, luego de haber leído hace algunos años la obra de "Ellacu" como le conocimimos en El Salvador, y concuerdo que es el Sócrates de América por su obra y su vida!!!!
inspirador. me gusta mucho donde dice "ni siquiera sabemos que es lo que tenemos que saber ni como lo tenemos que saber" salud y buena vista
La filosofía no me gusta del todo aunque hay algunos temas que me resultan muy interesantes. Por ejemplo el existencialismo es algo que esta bueno leer mucho y disfrutar de conocer esto
Entonces cual es la idea centrar de Filosofía para qué?
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