lunes, 21 de abril de 2008
Bitácora 21 de abril 2008
De eso se trata ser bloguero, ¿no? De escribir lo que a uno le pasa casi en tiempo real. Si es que el tiempo real tiene la posibilidad de presentarse con aproximaciones como "casi", "muy" y "demasiado". Ahora mismo estoy en el aeropuerto saliendo en un vuelo rumbo a París. Voy por trabajo y me estresa que dejo procesos abiertos en Caracas antes de salir. Sin embargo, la idea de volver a París sigue resultando mágica como la primera vez que fui en 2001. Esa vez tomé un autobús desde Munich y luego de un viaje tortuoso de nueve horas llegué a las cinco de la mañana a la Ciudad Luz. Ahora mismo recuerdo ese momento de manera muy intensa. Luego fui por segunda vez este mes de febrero con Rocío. La tercera el mes pasado (por trabajo) y ahora repito por trabajo. A pesar de repetir tanto la palabra trabajo, sigue presentándose la capital francesa en el recuerdo y en el pensamiento como una emoción que no admite descripción posible.
Estoy en una feria de comida muy americana. No obstante, la comida ya no me sabe igual que ayer. Ya se mezcla con la expectativa de lo que sucederá en las próximas horas, tal vez minutos. Uno nunca sabe, cita un lugar común ineludible.
Como cualquier personaje angustiado y angustiante de Vila-Matas reflexioné meticulosamente sobre qué libros podían acompañarme en esta breve travesía (regreso el domingo próximo) y opté por Bolaño, por supuesto. Acabo de terminar Doctor Pasavento del mismo Vila-Matas y no me quedaba otra opción (aunque hay tantos y tantos textos esperando) por lo que se asomaron a gritos dos libros de relatos de Roberto Bolaño: Llamadas Telefónicas y Putas Asesinas. Sí, está bien, admito que no las he leído. Bueno, he repasado algunos cuentos por separado pero esta vez quiero leerlos con meticulosidad. Anotar los detalles. Rayarlos. Disecarlos.
Ojalá tenga tiempo para todo, además de estresarme.
Intentaré seguir escribiendo "casi" en tiempo real...
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