miércoles, 17 de julio de 2013

Investigación Cualitativa y Análisis del Discurso (Convergencias y encuentros)


Gracias a los estudiantes de Periodismo de la Universidad Nacional de El Salvador (UES), quienes me pidieron un taller breve sobre Metodología de la Investigación, encontré este viejo trabajo (julio de 2004), el cual me gustó mucho escribir. El trabajo fue realizado precisamente como entrega final de la materia Metodología Cualitativa que cursé en el Área de Postgrados de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Aquí lo reproduzco para una reflexión sobre las relaciones entre la metodología cualitativa y el análisis del discurso. Fue una primera aproximación...

Introducción
Para un estudiante, profesor o investigador universitario, de la rama del conocimiento que sea, siempre resulta interesante encontrarse con esquemas, paradigmas o concepciones que iluminan y redefinen intempestivamente su forma de ver y pensar, su manera de proceder, en fin, su visión global sobre la academia y su quehacer cotidiano. Cuando creemos que todo lo sabemos (en general) y que las deficiencias de conocimiento pueden interpretarse simplemente como fallas de información que serán solventadas con lecturas o experiencias nuevas, entonces llega el momento crucial en que el destino nos revela ciertas verdades, ciertas razones, que nos hacen desaprender para aprender de nuevo.
Sin duda alguna, esto es lo que le ha ocurrido a un grupo de estudiantes de distintas áreas, quienes acudieron (algunos como curso de ampliación, otros como materia electiva de su postgrado de origen y uno o dos escapando del tedio y saciando su curiosidad) a la materia Investigación Cualitativa I, dictada por la profesora Esther Wiesenfeld.

 
Entre los objetivos de esta asignatura, natural en los cursos de postgrado del área de Psicología Social, se encuentran: revisar el desarrollo histórico de la Investigación Cualitativa; discutir algunas de sus perspectivas teóricas; examinar las características propias de esta investigación; y, por último, describir los componentes del diseño de una investigación de tipo cualitativa.
Médicos, periodistas, antropólogos, sociólogos, licenciados en arte y en letras, una vez más (tal como lo expresa el programa de la asignatura) convergieron en el aula de clase para descubrir, no sólo este tipo de investigación, sino también a redescubrirse a sí mismos como universitarios, docentes e investigadores.
Especial fue la sorpresa de los estudiantes de la Maestría en Estudios del Discurso, quienes siempre han escuchado el carácter “cualitativo” de la disciplina que estudian y la evidente (para algunos) característica que tipifica esta perspectiva del análisis del lenguaje y que la diferencia del estudio lingüístico tradicional: precisamente lo cualitativo. Sin embargo, se hizo necesario ahondar en estas convergencias, dada la visión fragmentaria y parcial que todavía distingue la manera como se miran unas a otras las disciplinas en la academia. Para los investigadores cualitativos, el análisis del discurso es una herramienta, un método, una técnica para abordar desde un enfoque en particular la realidad investigada; mientras que para los analistas del discurso, la investigación cualitativa es el marco general de una investigación donde el objeto de estudio no es un grupo social en sí, sino el lenguaje utilizado, usado, empleado por sus miembros como forma de construcción de esas realidades, donde los contextos de producción y recepción del enunciado lingüístico; y los propósitos de los interlocutores son los que, analizados minuciosamente, pueden dar explicaciones acerca la naturaleza de las prácticas sociales de un determinado grupo humano.
Sin embargo, como herramienta o como marco general, el análisis del discurso y la investigación cualitativa establecen acuerdos o manifiestan claras convergencias, de las cuales algunas de ellas (por cuestiones de tiempo y espacio) serán objeto de comentarios en este breve trabajo monográfico.
Estos son: a) sus orígenes o desarrollo histórico; b) el carácter transdisciplinario; y c) la preeminencia del contexto como elemento fundamental de análisis.

I. Investigación Cualitativa y Análisis del discurso: convergencias históricas
La ruptura con lo anterior es una característica histórica común de estas dos visiones o modos de investigación. Ese “rompimiento” no ha de interpretarse como un “parricidio” cometido en contra de las instituciones o figuras predecesoras en su ámbito específico, sino más bien como una fractura producto de la necesidad de buscar nuevos caminos para entender las realidades sociales mas no física o empíricas, las cuales por su naturaleza y complejidad ya no se podían abordar desde enfoques de investigación tradicionales.
Valles (1999) hace un recorrido por los distintos mapas de lo que puede interpretarse como los factores históricos que determinaron la naturaleza actual de la IC. Vale destacar, por ejemplo, a Hamilton (1994), quien ve en la filosofía de Kant (1724–1804) la génesis de la IC, dada su ruptura con el pensamiento dominante en la filosofía: el objetivismo cartesianismo. Con Kant adquiere relevancia, explica Hamilton, los procesos de interpretación y compresión del individuo acerca de la realidad estudiada, así como su diferenciación entre “razón científica”, como conocimiento teórico proveniente de la naturaleza, y la “razón práctica”, como conocimiento aplicado en la toma de decisiones en la acción humana (Valles, 1999: 23). Sigue con los neokantianos (dialécticos y existencialistas), en el que identifica una justificación evidente de la aparición de la perspectiva cualitativa de investigación, dado el surgimiento de vínculos entre ciencia social, cambio social y emancipación. Cierra con el examen de los años 60 y 70 del llamado paradigma “cartesiano/newtoniano” que tanto aportó a la investigación educativa  y psicológica, y más adelante (80 y 90) los trabajos del estilo “investigación/acción” neokantiana, en los que resalta Junger Habermas.
Sin embargo, para un recién iniciado en estas faenas investigativas, resulta aún inalcanzable una reflexión histórica de la investigación cualitativa tan lejana a primera vista. Se entiende como una primera aproximación para a apreciar bases fundamentales pero no la proximidad práctica de la IC en contraposición metodológica a la tradicional Investigación Cuantitativa, modelo imperante en las ciencias.
Valles (1999) toma en segundo término la perspectiva histórica de Conde (1994) para iniciar un diálogo histórico entre lo cuantitativo y lo cualitativo como modelo emergente en la investigación. De Aristóteles y Platón a Weber, pasando por la Edad Media y Newton, Conde resalta el valor de estos personajes, a su juicio claves, pues fundan las bases para el surgimiento del enfoque cualitativo. Pero advierte, que son Vidich y Lyman, con su trabajo de 1994, quienes hacen más cercana y comprensible la historia de la investigación cualitativa.
“En ella no se menciona ni a Kant, ni a Platón o Aristóteles, para situar el punto de partida de la investigación cualitativa y derivar su desarrollo frente a la aproximación cuantitativa. De hecho, se diluye el debate entre lo cualitativo y lo cuantitativo. El encuadre temporal llega hasta nuestros días, pero iniciando el relato en el siglo XV y haciéndolo transcurrir en torno a la investigación etnográfica que se practica a partir de entonces en la sociología y la antropología norteamericanas”. (Valles, 1999: 27–28)
En esta etapa es fundamental el papel de la antropología y su aporte en la aplicación efectiva de un método de investigación de campo, en que el investigador entra en la cultura de un grupo en particular para producir «desde adentro» una exposición sobre sentidos y actividades: la etnografía.
“El etnógrafo recurre a una amplia serie de fuentes para trazar la pintura de un grupo social, y participa de «la vida cotidiana de la gente durante un lapso prolongado, observando  lo que ocurre, escuchando lo que se dice y haciendo preguntas»”. (Hammersley y Atkinson, 1983 en Sullivan y otros, 1995)
En efecto, Vidich y Lyman (1994) hablan de una serie de etapas fundamentales: 1) la etnografía primitiva, en la que tiene lugar el descubrimiento del otro; 2) la etnografía colonial, que se refiere a la actividad de investigación empírica de los colonos y misioneros europeos de los siglos XVII, XVIII y XIX; 3) la etnografía del indo–americano, en la que destaca el trabajo de los antropólogos del los siglos XIX y comienzos del siglo XX; 4) la etnografía llamada de los otros ciudadanos, de las comunidades y sobre los inmigrantes americanos, hasta los años 60; 5) estudios sobre etnicidad o etnografía de la asimilación, hasta los años 80; y 6) y, actualmente, etnografía postmoderna, en la cual imperan los estudios reflexivos sobre las implicaciones éticas y políticas de la etnografía.
Estas etapas nos ilustran un rasgo característico de la IC: un tipo de investigación centrada en el individuo como eje de estudio, su lenguaje, su comportamiento y su relación con los demás miembros de su comunidad. Sin embargo, Valles (1999) explica que un paso importante para entender el desarrollo histórico de la IC lo aportan Denzin y Lincoln (1994) quienes simplifican el «continuo histórico» de la IC en la demarcación de cinco grandes momentos o etapas: 1) la etapa tradicional, característica del “etnógrafo solitario”; 2) la etapa dorada o modernista, identificada como postpositivista y caracterizada por los esfuerzos en la formalización de los métodos y el análisis rigurosos; 3) la etapa de los géneros desdibujados, derivada de la difusa frontera planteada entre las ciencias sociales y las humanidades, dando pie a nuevos enfoques que se integrarían a los anteriores como el postestructuralismo, el neomarxismo, etnometodología, entre otros; 4) la etapa de la crisis de representación que enfrentan los investigadores sociales, caracterizada por la revisión de los criterios y valores utilizados en la etapa anterior; 5) la etapa postmoderna o actual, caracterizada por nuevos descubrimientos de enfoques y métodos cualitativos: influencia de la historia anterior en la realidad estudiada, la posibilidad de escoger paradigmas, estrategias y métodos, según el caso estudiado y, por último, la total eliminación de la perspectiva positivista, neutra u objetiva.
Vemos, en conclusión, en un resumen bastante apretado y que sin duda requiere nuevas y más profundas reflexiones, que la perspectiva de Investigación Cualitativa surge en respuesta o contraposición a la histórica supremacía de los métodos cuantitativos de investigación, basados en los modelos de investigación de las ciencias naturales, los cuales se aplicaron a las ciencias sociales (y aún se aplican necesariamente), pero que requirieron de nuevos apoyos para abordar realidades sociales cada vez más complejas. Los métodos de Investigación Cuantitativa utilizados en las ciencias humanas o sociales, sin duda son necesarios, pero el auge de la Investigación Cualitativa se ha intensificado dado que el abordaje “experimental” de los fenómenos sociales ha demostrado la diferencia existente entre el ser humano, su comportamiento y esencia en relación con los objetos propios de la investigación en ciencias naturales.
La reflexión final es el lugar que debe ocupar el investigador. Para Mella (1998), en la perspectiva cualitativa es imposible neutralizar la relación simbiótica existente entre el investigador y la realidad estudiada.
“Tanto el positivismo como el naturalismo insisten en eliminar los efectos del investigador sobre los datos. Para el positivismo, esto se logra s través de la estandarización de los procedimientos de investigación. Para el naturalismo, la solución es la experiencia directa en el mundo social. En ambos casos se asume que es teóricamente posible aislar una serie de datos no contaminados por el investigador. Esto es sin embargo ilusorio según la gran mayoría de los investigadores partidarios de la metodología cualitativa. Es necesario en cambio reconocer el carácter reflexivo de la investigación social, vale decir reconoce que somos parte del mundo social que estudiamos. No podemos evitar nuestros efectos sobre los fenómenos sociales que analizamos” (Mella, 1998: 4).
El desarrollo histórico del Análisis del Discurso (AD) y su posición sobre la realidad estudiada (el lenguaje en uso) no dista mucho del devenir de la Investigación Cualitativa (IC). Sin embargo, aun cuando muchos lo han interpretado también como un “parricidio” cometido por el AD en contra de la Lingüística tradicional, en la que el objeto de estudio es el lenguaje en sí y no el lenguaje “usado” por los hablantes en una situación específica, más bien el AD se ha nutrido históricamente de ésta para el desarrollo de sus métodos; pero hay que hacer la salvedad de que no es su única fuente. Es imperativo además, a diferencia del desarrollo histórico de la IC, cuando nos referimos al AD, indicar las disciplinas que con su desarrollo por separado han influido en la conformación de lo que hoy conocemos como Análisis del Discurso.
Si hemos visto que en la IC que el individuo es el centro de la investigación, tanto como objeto como investigador, y resumimos que los métodos cualitativos surgieron en la actualidad en contraposición de los métodos cuantitativos, en el AD la cosa tampoco es tan distinta. Tradicionalmente, la Lingüística General no tomaba, o tomaba muy poco en cuenta, al individuo hablante (productor o receptor) y el análisis se quedaba en los niveles superficiales del lenguaje. De ahí la supremacía histórica de la llamada Lingüística Estructural en los estudios del lenguaje.
Importaba el cómo se construían las palabras (morfología), cómo se organizaban (sintaxis), y qué significados tenían (semántica); e interesaba relativamente poco quiénes construían y organizaban esas palabras, con qué propósitos, en qué situaciones específicas y qué sentidos contextuales les daban a esos significados.
Para llegar al Análisis del Discurso es necesario apreciar entonces las disciplinas dentro de y desde la lingüística, las cuales surgen de la necesidad de dar respuesta a preguntas que la lingüística estructural no había podido responder. La Pragmática Lingüística y la Lingüística del Texto son dos de ellas, fundamentales para el surgimiento del AD.
La pragmática emerge precisamente para vencer “la distancia que existe a veces entre lo que literalmente se dice y lo que realmente se quiere decir” (Escandell, 1996). Algo que no había resuelto la Gramática o la Lingüística Estructural. Por su parte, la Lingüística del Texto o Lingüística Textual surge también como un tipo de análisis que transciende a la oración, hasta entonces considerada como la unidad más importante para el estudio lingüístico.
Van Dijk (1990) explica que además de la Pragmática Lingüística y la Lingüística del Texto, los orígenes de lo que hoy conocemos como Análisis del Discurso deben apreciarse en:
1) La retórica. Aristóteles y los retóricos clásicos en la Antigua Grecia ya habían adelantado elaboradas categorizaciones de las estructuras, funciones y estrategias del discurso, con una finalidad persuasiva y tomando muy en cuenta los propósitos de los hablantes y el contexto en el que se utilizaba el lenguaje.
2) El formalismo ruso y el estructuralismo francés (1917-1980). Los cuales surgieron de la necesidad de darle explicación a los discursos narrativos (sus estructuras, las funciones de sus componentes, el manejo interno de los significados); y.
3) La integración de otras disciplinas de las ciencias sociales, como la antropología, la sociología, la psicología y la inteligencia artificial.
Calsamiglia y Tusón (1999) explica que cuando hablamos de discurso hablamos de una práctica social y de una forma de acción entre las personas, entonces entendemos la profusión de disciplinas de las ciencias sociales implicadas en el AD, y especialmente aquellas ya mencionadas en el desarrollo histórico de la Investigación Cualitativa.
En primer lugar, observamos la antropología lingüística y la etnografía de la comunicación. En ambas, al igual que la IC, se hace especial énfasis en las relaciones entre la lengua, el pensamiento, la cultura y la comunicación. Asimismo, se incluye el aporte de la sociología, sobre todo a partir de los años 50, cuando se hace imperativo abordar el estudio “micro” para entender las acciones complejas que caracterizan a los individuos sociales. Dentro de esa microsociología, Calsamiglia y Tusón reiteran la contribución del llamado interaccionismo simbólico que da relieve a las interacciones de la vida cotidiana para entender el comportamiento social. Esta, junto a otros aportes de la sociología como la etnometodología, la sociolingüística interaccional y el análisis conversacional, se constituyen como métodos idóneos para el abordaje y estudio de la realidad de los individuos en su cotidianidad (sobre sus acciones y sus interacciones verbales), con la finalidad de entender el comportamiento social.
Estamos ante una convergencia o acuerdo evidente en este primer apartado que surge a partir de la reflexión del desarrollo histórico y las disciplinas involucradas en los términos aquí estudiados: la Investigación Cualitativa y el Análisis del Discurso. Este encuentro, sin lugar a dudas, es el valor del individuo como principal actor, tanto como objeto de estudio como investigador, de la realidad social que se aborda. En la Investigación Cuantitativa el individuo era un número, un dato, un insumo para cálculos estadísticos, y en la Lingüística Tradicional no existía más allá de sus productos textuales o para analizar su aparato fonético. Hoy, en la IC y en el AD, el individuo, el efectivo acercamiento a su actividad cotidiana, la apreciación detallista de los productos sociales que genera y con los cuales realiza intercambios (textos, fundamentalmente), son características fundamentales e ineludibles para la investigación y el entendimiento de la realidad social.

II. IC y AD: disciplinas transdisciplinarias
Tanto la Investigación Cualitativa (IC) como el Análisis del Discurso (AD) se han entendido como perspectivas de investigación social en las que lo transdisciplinario es fundamental. Ya esto lo apreciamos en sus respectivos desarrollos históricos, en los cuales los aportes y coincidencias de distintas disciplinas de las ciencias sociales han producido lo que hoy conocemos como IC y AD. Ello explica también los panoramas difusos que se dibujan ante nuestros ojos al momento de intentar una definición fija y absoluta de ambas perspectivas.
En este y en casi todos los ámbitos, lo transdisciplinario, se refiere no a la pluridisciplinariedad (estudio de un objetivo de una sola y misma disciplina por varias disciplinas a la vez), ni a la interdisciplinariedad (con la cual tiende a confundirse y que concierne a la transferencia de métodos de una disciplina a otra), sino al carácter integrador y trascendental de las nuevas formas de investigación (Nicolescu, 1996).  
La transdisciplinariedad es hoy en día una característica esencial de las ciencias sociales en general. El ya citado Basarab Nicolescu, en su documento La transdisciplinariedad. Un manfiesto (1996), nos advierte sobre lo complejo y oscuro que se han vuelto las realidades que trata de aprehender un investigador (“El proceso de decadencia de las civilizaciones es de una gran complejidad y tiene sus raíces en la más completa oscuridad”). Y a partir de allí, de esa complejidad reinante en la realidad, entendemos porqué los métodos clásicos de investigación, caracterizados por un enfoque ortodoxo y único (positivista y disciplinario), tanto en la investigación en general como en los estudios del lenguaje, necesariamente han cambiado a un enfoque de perspectiva múltiple y de características basadas en la complejidad de la realidad concreta que se estudia.
Son tres los elementos pilares de la investigación transdisciplinaria: el reconocimiento de que la realidad tiene distintos niveles; la existencia de una tercera posibilidad a todo lo que creemos dicotómico, bipolar; y la complejidad. En el primero pilar es conveniente detenerse: los distintos niveles de la realidad.
La realidad es vista como un fenómeno tan complejo que posee una estructura discontinua, a su vez segmentada por niveles. Anteriormente cada nivel era atendido por una disciplina en particular y era tal su concentración que esa disciplina terminaba dando una conclusión parcial de la realidad estudiada. Se creía que se estaba investigando para dar con una visión real de un problema, por ejemplo, pero se llegaba a una visión parcial, fragmentaria. Un ejemplo, el 27 de febrero de 1989, mejor conocido como “El Caracazo”. Sólo tiempo después entendimos que todas las explicaciones que dieron a este fenómeno sociólogos, politólogos, economistas, historiadores, etcétera, fueron visiones sesgadas, fragmentadas, incompletas de lo que realmente ocurrió y no existió una disciplina que nos diera luz sobre el problema. Aunque que no descarta el aporte de cada una de estas disciplinas.
“La estructura discontinua de los niveles de Realidad determina la estructura discontinua del espacio transdisciplinario que, a su vez, explica por qué la investigación transdisciplinaria es radicalmente distinta a la investigación disciplinaria, siéndole sin embargo complementaria. La investigación disciplinaria concierne más o menos a un solo y mismo nivel de Realidad, por otra parte, en la mayoría de los casos no concierne más que a los fragmentos de un solo y mismo nivel de Realidad. En cambio la transdisciplinariedad se interesa en la dinámica que se engendra por la acción simultánea de varios niveles de Realidad. El descubrimiento de dicha dinámica pasa necesariamente por el conocimiento disciplinario. La transdisciplinariedad, aunque no siendo una nueva disciplina o una nueva hiperdisciplina se nutre de la investigación disciplinaria la cual a su vez se aclara de una manera nueva y fecunda por medio del conocimiento transdisciplinario. En ese sentido, las investigaciones disciplinarias y transdisciplinarias no son antagónicas, son complementarias” (Nicolescu, 1996: 5)
¿Se parece algo tanto a la Investigación Cualitativa y al Análisis del Discurso? He ahí otra convergencia o acuerdo. Ambas son transdisciplinarias.
Valles (1999) lo recalca al presentarnos las ideas de Denzin y Lincoln (1994) sobre el momento actual que experimenta la IC y que ellos identifican como la “quinta etapa” o “etapa postmoderna”. Allí se expresa la “opcionalidad de paradigmas, estrategias de investigación o métodos de análisis” a los cuales el investigador cualitativo debe “echar mano” para indagar sobre la realidad estudiada.
“La investigación cualitativa es un campo interdisciplinar, transdiciplinar y en muchas ocasiones con-tradisciplinar. Atraviesa las humanidades, las ciencias sociales y las físicas. La investigación cualitativa es muchas cosas al mismo tiempo. Es multiparadigmática en su enfoque. Los que la practican son sensibles al valor del enfoque multimetódico. Están sometidos a la perspectiva naturalista y a la comprensión interpretativa de la experiencia humana. AI mismo tiempo, el campo es inherentemente político y construido por múltiples posiciones éticas y políticas.
El investigador cualitativo se somete a una doble tensión simultáneamente. Por una parte, es atraído por una amplia sensibilidad, interpretativa, postmodema, feminista y crítica. Por otra, puede serlo por unas concepciones más positivistas, postpositivistas, humanistas y naturalistas de la experiencia humana y su análisis” (Lincoln y Denzin, 1994, en Rodríguez y otros, 1996: 9).
Como vimos en su desarrollo histórico y notamos en su variedad de paradigmas, diseños, estrategias, técnicas y métodos, la IC es transdisciplinaria. En su aplicación práctica hecha mano a técnicas de las disciplinas que la utilizan como marco general (psicología social, sociología, antropología), es decir, la investigación documental, la observación participante, la conversación cotidiana, las entrevistas de profundidad, la narración, el análisis del discurso, entre otras.
La transdisciplinariedad, asimismo, es un reto, una realidad y un norte para los estudios del discurso. Bolívar (1999), en uno de los editoriales que inauguran el primer número de la revista Discurso y Sociedad en su edición castellana, habla que la convergencia de disciplinas, enfoques y métodos de las ciencias sociales, así como de experiencias de los propios investigadores, no sólo es necesaria para abordar de manera exitosa una investigación en particular, sino también imperativa para “transformar” nuestro entorno.
“La meta es tener claro dónde se ubica cada investigador, para facilitar el acceso al conocimiento que se maneja en las diferentes disciplinas interesadas en el análisis del discurso y así crear nuevos espacios de discusión y de trabajo. Creo que si tenemos claro los lingüistas, por ejemplo, que nuestra meta es contribuir a una teoría general del lenguaje en la que tengan cabida los procesos sociales, debemos dejar esto establecido. Pero, si en el camino nos damos cuenta de que no podemos hacer teoría pura sin ser a la vez analistas críticos, tenemos que reconocer que ésa es una parte fundamental de nuestro trabajo, pues es el compromiso con la sociedad a la que pertenecemos. De igual manera, el psicólogo o el politólogo, el historiador, el comunicador social y otros pueden preguntarse lo que lo que están en capacidad de hacer por su propia disciplina para ofrecer explicaciones y mejorar o proponer métodos, y, al mismo tiempo, llamar la atención sobre los problemas sociales relevantes que exijan su participación e intervención” (Bolívar, 1999: 10)
Esta reflexión nos acerca una vez más a la coincidencia que tienen la IC y el AD, señalada más arriba, sobre el compromiso que conlleva en la Investigación Cualitativa emprender una indagación social en el entorno al cual pertenecemos. Si Adriana Bolívar nos invita a convertirnos necesariamente en “analistas críticos” es que tanto en la IC como en el AD el involucramiento con el objeto como investigadores nos lleva a asumir ese deber ineludible de transformar o mejorar nuestro entorno.
Uno de los abanderados de la visión trans y multidisciplinaria en los estudios del discurso es el investigador holandés Teun Van Dijk, quien explica que si necesariamente asumimos la tarea de analizar el lenguaje en usos particulares y contextualizados, ineludiblemente también tenemos que aceptar el reto de observar detenidamente las relaciones entre el discurso, la cognición y la ideología, lo cual, a su juicio, “no puede estudiarse desde una sola perspectiva: requiere un análisis en todas las disciplinas de las humanidades y las ciencias sociales” (Van Dijk, 2003: 18).

III. El contexto en la Investigación Cualitativa y en el Análisis del Discurso
Mella (1998) expresa que “la característica fundamental de la Investigación Cualitativa es su expreso planteamiento de ver los acontecimientos, acciones, normas, valores, etcétera, desde la perspectiva de la gente que está siendo estudiada”.
A su juicio, tal perspectiva sugiere que además de intentar una compenetración con los individuos involucrados en el fenómeno estudiado, “también implica una capacidad de penetrar los contextos de significado con los cuales ellos operan”.
Los investigadores cualitativos estudian la realidad en su contexto natural. Allí ven los fenómenos tratando de apreciarlos de manera normal o habitual, tal como suceden. Para ello se valen de todas las corrientes o metodologías que hemos referido más arriba. De allí que la palabra contexto se repite con insistencia en los manuales de IC, destacando que los investigadores cualitativos hacen énfasis en las descripciones de los elementos del contexto porque ello ayudará “a entender lo que está pasando en ese contexto en particular” (Mella, 1998).
En el Análisis del Discurso, como investigación cualitativa, es fundamental el estudio de los elementos del contexto para dar explicaciones a la realidad estudiada. Veremos que términos de la Investigación Cualitativa (como participantes, por ejemplo) se toman en cuenta también el Análisis del Discurso y con las mismas finalidades: estudiar el contexto y sus elementos (entre ellos los participantes) para dar explicaciones a la realidad investigada.
Muchos autores coinciden en lo difícil que es definir el término contexto en los estudios contemporáneos de lenguaje. Sin embargo, existe un acuerdo en común: desde la perspectiva pragmática–discursiva, el contexto es un elemento fundamental para la comprensión de las palabras, los enunciados y las interacciones verbales en general.
Lozano, Peña y Marín (1999) indican que la dificultad de definir el concepto de contexto parte de la multiplicidad de enfoques teóricos y metodológicos que han proliferado. No obstante, reconocen que trabajar dicho concepto, desde los enfoques de la sociolingüística, la antropología y la pragmática, ha hecho notar “la necesidad de tener en cuenta el contexto en el que se sitúa la producción lingüística”. ¿Para qué? Para entenderla.
Por su parte, Reyes (1995) simplifica la discusión y propone una categorización sencilla sobre las diversas nociones de contexto:
“Los intentos de teorizar el exceso de significado han llevado a varias teorías sobre el contexto. Se suelen deslindar tres tipos de contexto: el lingüístico, el situacional y el sociocultural. El primero está formado por el material lingüístico que precede y sigue a un enunciado, y se lo llama a veces co-texto. El segundo tipo, o contexto situacional, es el conjunto de datos accesibles a los participantes de una conversación que se encuentran en el entorno físico inmediato. Por ejemplo: para que el enunciado Cierre la puerta, por favor tenga sentido, es necesario que haya ciertos requisitos contextuales que son parte de la situación de habla: que haya una puerta en el lugar donde ocurre el diálogo y que esté abierta, entre otras cosas. Finalmente, el contexto sociocultural es la configuración de datos que proceden de condicionamientos sociales y culturales sobre el comportamiento verbal y su adecuación a diferentes circunstancias” (Reyes, 1996: 20)
En el análisis de la conversación, metodología cualitativa utilizada en el Análisis del Discurso, la perspectiva que propone una metodología para ello es la etnografía de la comunicación. Derivada de la antropología lingüística, ésta plantea "que una manera de entender y explicar cómo funcionan las diferentes actividades humanas es a partir de la observación de sus comportamientos comunicativos" (Tusón, 1997).
Dell Hymes, uno de los fundadores de esta disciplina, propuso sistematizar la comprensión de los eventos comunicativos (tanto los institucionalizados, como los cotidianos o espontáneos) a partir de la revisión de ocho elementos que, según su planteamiento, forman parte del contexto situacional y se dan en todos las interacciones verbales. Organizados en el acróstico speaking, Hymes clasificó los criterios para la caracterización de los intercambios verbales de la siguiente manera:
Situation (situación)
Participants (participantes)
Ends (finalidades)
Act sequences (secuencias de actos)
Key (claves)
Instrumentalities (instrumentos)
Norms (normas)
Genre (género)
(Hymes, 1972 en Tusón 1997)
Es conveniente explicar brevemente en qué consiste cada uno de dichos elementos. En primer lugar, la situación, según Tusón (1997), debe verse desde dos vertientes: la localización espacial y temporal en el cual se da el evento comunicativo –teniendo muy en cuenta sus delimitaciones–; y la atmósfera psicosocial en la cual se desarrolla. Esta última se refiere a determinadas organizaciones espacio–temporales que hacen, por su naturaleza, que los participantes adecuen su comportamiento verbal a la situación. No es lo mismo una conversación en un bar que ante las cámaras de televisión.
Los participantes son las personas que protagonizan el evento comunicativo. El análisis de este componente es de suma importancia, pues en muchos casos la naturaleza de la conversación depende fundamental de quiénes son los individuos que interactúan en ella.
Las finalidades, por supuesto, guardan relación con los propósitos de los participantes en la interacción verbal. Dice Tusón: “Las finalidades se refieren tanto a los objetivos –a las metas– de la interacción como a los productos que se obtienen y que pueden coincidir o no con las finalidades. Las finalidades pueden ser de tipo social o institucional (la finalidad de una entrevista médico-paciente es la de conseguir la curación del paciente) y de tipo particular o individual (en el caso que nos sirve de ejemplo no es difícil imaginar un encuentro en el que el médico lo que pretende es terminar cuanto antes la entrevista-consulta u otro en el que el paciente lo que pretende es conseguir una baja laboral o la receta de un medicamento al que es adicto). Lógicamente, no siempre las finalidades de todos los participantes coinciden y cuando hay disparidad de intenciones se abre un proceso de negociación que puede resultar en al victoria de uno de los participantes, en una situación intermedia o en un conflicto de intereses sin resolver”.
Las secuencias de actos refieren la estructura y la organización de los mensajes que intercambian los participantes en el evento comunicativo. Cómo se distribuyen y se presentan los temas de la conversación es lo que el analista debe determinar en el estudio de este componente.
El registro (formal o informal) y el tono (serio, lúdico, íntimo, etc.) están identificados en el acróstico de Hymes como las claves (keys) de la conversación. Mientras que los instrumentos incluyen el canal o medio por donde circula el mensaje; las formas de hablar (aquella parte del repertorio de vocabulario que se elige para la interacción); y todos los elementos cinésicos y próxemicos (gestos, posiciones del cuerpo, etc.). Aquí se incluyen los marcadores discursivos recurrentes en los participantes (ajá, ujú, mm).
Las normas, explica Tusón, son tanto de interacción como de interpretación.
“Las normas de interacción regulan la toma de palabra: quién puede intervenir y quién no, de qué manera se interviene (espontáneamente, pidiendo la palabra), si se puede interrumpir o no, si hemos de esperar a que se nos pregunte, etc. Las normas de interpretación se refieren a los marcos de referencia compartidos que permiten interpretar adecuadamente tanto lo dicho como lo no dicho; son los mecanismos en que se basan la indireccionalidad, las implicaturas, la cortesía, las presuposiciones, y que permiten a los participantes realizar procesos de inferencia para interpretar las intenciones de los demás” (Tusón, 1997)
Por último, el género sugiere el tipo de interacción verbal que se desarrolla. Existen diversas clasificaciones de los géneros discursivos, como por ejemplo aquellas que provienen de la retórica aristotélica, de la teoría literaria, de las funciones y usos lingüísticos (Bajtín), entre otras. Sin embargo, muchos autores parecen estar de acuerdo en que los géneros, tal como lo explica Tusón, se caracterizan desde un punto de vista sociocultural al que se asocian determinados usos lingüísticos-comunicativos.
Vemos entonces, el nivel de complejidad de la Realidad y, tal como lo indicó Mella (1998), como el analista del discurso y el investigador cualitativo deben “mapear” esa realidad para poder analizarla.
“Describir es complejo. Responder la pregunta ¿qué está sucediendo aquí? no es simple. En todo caso, un detalle descriptivo es mapear un contexto, para poder entender la interpretación que hace el sujeto acerca de lo que está sucediendo. Esto posibilita al investigador el producir un análisis y explicaciones que hagan justicia al medio ambiente en el que sus observaciones son hechas” (Mella, 1998: 9)

IV. Conclusiones
Es difícil hacer conclusiones determinantes a partir de una reflexión tan breve y tan apresurada sobre las convergencias o coincidencias entre la Investigación Cualitativa y el Análisis del Discurso. Sobre todo, si consideramos que se han apartado de este rápido razonamiento algunos conceptos o nociones fundamentales, como los métodos en concreto y algunas deliberaciones necesarias sobre la interdependencia o correlación entre ambas disciplinas.
Nos limitamos muy vertiginosamente al desarrollo histórico, el carácter transdisciplinario y a la importancia del contexto, como tres coincidencias, por supuesto susceptibles a revisiones, reconsideraciones y críticas.
Sin embargo, algo nos mueve a pensar lo interesante de estas y otras convergencias que se están dando en las disciplinas y métodos de abordaje investigativo de las ciencias sociales. El auge que percibimos con los llamados Estudios Culturales, pareciera ser un producto directo de esa convergencia, pues es en esa perspectiva donde se asume, de manera transdisciplinaria, lo cualitativo, el lenguaje, la interacción cotidiana, las formas de representación, la ideología, el género, lo mediático, la cultura, el momento político local, la globalización, entre muchísimos factores más, los cuales hacen cada vez más compleja y multidimensional la realidad social y más necesario un abordaje integral para su estudio. Es a partir de allí que surge la necesidad de elaborar nexos efectivos entre las distintas disciplinas que tienen como objeto el hombre, sus relaciones sociales, su comportamiento y su lengua, para emprender investigaciones que no sólo busquen “contemplar” sino también “transformar” las realidades.
Un halo de esperanza o alegría aflora cuando se observa que, a pesar de las tensiones que siempre se han suscitado ante la formación de nuevos esquemas (cuantitativo vs. cualitativo; lingüística tradicional vs. análisis del discurso; etcétera), están ocurriendo eventos en las ciencias sociales que demuestran los cambios que favorecerán la investigación social.
Lull (1995) ya perfilaba un cambio sustancial en las ciencias sociales, caracterizado por “un decisivo alejamiento del positivismo lógico y de sus supuestos y pretensiones universalistas y un marcado interés por las cuestiones teóricas y empíricas de la cultura y las significaciones y por el uso de las metodologías cualitativas de investigación” (Lull, 1995: 13).
Esto lo han presenciado y lo celebran algunos estudiantes que se inician en el Análisis del Discurso, desde la perspectiva de la Investigación Cualitativa.

Bibliografía
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Lull (1995). Medios, comunicación, cultura. Buenos Aires: Amorrortu, 1997
Maingueneau (1996). Términos clases del análisis del discurso. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1999
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Van Dijk (2003). Ideología y discurso. Barcelona: Ariel


1 comentario:

Anónimo dijo...

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