miércoles, 4 de febrero de 2009
Enfermo de literatura
Me declaro enfermo de literatura
Me confieso preso de la angustia de las letras
Me reconozco en la pena de lo que no he leído
Me compadezco de mí mismo por lo que no comprendo
Me enfrento a mis miedos por lo que no he escrito, ni escribiré
Me reprochó por no ser aún lo que he querido ser;
ni acercarme a lo que soñé;
ni arriesgarme;
ni aprender a lanzarme sin paracaídas;
ni a probar lo improbable;
ni a conocer el filo de la navaja;
ni a asomarme al borde del abismo;
ni avizorar aunque sea de lejos eso que llaman "el límite";
ni siquiera imaginar la frontera de lo indecible...
¿Qué extraña atracción causa la pena que nos arrastra hacia ella?
¡Qué buena frase!
¡Qué excelente idea!
¡Qué sublime enunciado lingüístico!
Tal vez sea eso la que obligó a Maupassant a lanzarse al Siena,
al maestro Poe a volverse loco,
a Walser a internarse en el manicomio de Herisau,
a Bolaño a probar la heroína (como advierten las últimas noticias),
a Vila-Matas a esconderse de sí mismo,
a Kafka a leer a Walser...
Y así sucesivamente,
hasta la eternidad...
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3 comentarios:
Es tan bueno y tan cierto ese escrito que no se le puede agregar más nada... ;)
La nostalgia, la melancolía, la tristeza, y como tu mismo dices, la pena, son perfectas para escribir. Es por eso que los que amamos plasmar en un papel lo que pensamos, encontramos en estas sensaciones algo adictivo.
Y no podrían describirse sin haberlas vivido. Para escribir de la muerte hay que probarla, para hablar del dolor hay que sufrirlo, para narrar la historia de un delincuente hay que comer, beber, dormir y hacer todo como lo haría el.
Y es en ese punto donde la adicción se hace enorme, donde no podemos separarnos de los personajes, donde los extremos se vuelven cotidianos y placenteros, pues puedes vivir diversos mundos imaginarios utilizando como puente la palabra escrita...
Otra excelente reflexión... Tienes 20 puntos.
Viniendo de "El Don" ese comentario se aprecia...
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