domingo, 22 de marzo de 2009

Mariano Picón Salas y el humanista en el nuevo milenio


Hoy he visto por primera vez el documental que hace años realizó Oscar Lucien sobre Mariano Picón Salas para la colección Cine Archivo de Bolívar Films. Escondido tras unos libros en una farmacia con formato de supermercado vi pequeña y tímida la caja del dvd y me vino a la mente cuánto desconocemos y poco reconocemos la vida y obra de este venezolano excepcional. Decidí verlo de inmediato y luego urgué en mi bibloteca y releí algunas páginas de "Viejos y nuevo mundos" (Biblioteca Ayacucho) y comencé a buscar cosas en internet.

No es un acto de inmodestia, pero también recordé mi discurso de graduación en 1999 como licenciado en Comunicación Social de la UCV, momento en el que cité un fragmento de las palabras que pronunció Picón Salas justamente en la inauguración de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela, hoy Facultad de Humanidades y Educación, en la cual soy docente.

Me pusé a buscarlo en mis viejos archivos electrónicos y no lo encontré. De repente, me vino a la mente que lo había alojado en una vieja página web que tenía en Cantv.net y lo hallé.

Aquí se los reproduzco porque me causó gracia, pero también una nostálgica sorpresa releerlo.

“El papel del profesional humanista en el próximo milenio”


Profesionales humanistas del próximo milenio:

Definitivamente, no podía ser otra la ocasión para reflexionar sobre el papel y la responsabilidad del profesional humanista en el próximo milenio: la graduación de más de 450 estudiantes de la histórica Facultad de Humanidades y Educación, perteneciente a la “Casa que vence las sombras”, nuestra querida UCV.

A tan sólo algunos días para finalizar el siglo XX, en medio de todo un torbellino de reflexiones a nivel planetario sobre este acontecimiento tan importante y en el momento culminante de un proceso de cambios políticos que vive la sociedad venezolana, estamos aquí reunidos, bajo Las nubes de Calder, para festejar nuestra salida al campo profesional.


Cerca de medio millar de jóvenes formados en áreas netamente humanísticas, como Educación, Comunicación Social, Psicología, Letras, Filosofía, Artes, Historia, Geografía, Bibliotecología e Idiomas Modernos, sale a enfrentar un mundo marcado por la imposición de un “pensamiento único”, un mundo globalizado, en el que esa noción de “profesionalidad”, con todos sus apellidos tecnológicos, ha dejado a un lado, precisamente, todo atisbo de humanismo e intelectualidad.


La inminente tecnocratización de la educación universitaria y la inevitable industrialización del otrora trabajo intelectual en el mundo contemporáneo, ha convertido a los formados en el área de las humanidades en defensores de ese ideal humanista que, para la salvación del “hombre libre”, debería servir de orientación para otras áreas del conocimiento, en esta sociedad tendiente al desastre, a la fatalidad, a la anarquía, al caos.


La pelea no es fácil y el esfuerzo, necesariamente, es doble. Las restricciones del mercado de trabajo para las áreas de nuestra competencia; la evidente desmejora en los niveles de profundización, análisis y abordaje de problemas sociales relativos a nuestra vocación profesional, tanto en empresas privadas como en entes estatales; así como las escasas oportunidades de ampliación de conocimientos, a través de cursos, seminarios y postgrados; han creado un profesional humanista en peligro de extinción.


Esta amenaza no es nueva. Hace 53 años, durante el acto de apertura de esta Facultad, el escritor venezolano Mariano Picón Salas, en el discurso inaugural, describió las dos razones que motivaron a la creación de la denominada entonces Facultad de Filosofía y Letras: la deficiencia de una universidad excesivamente “profesionalista”; y, por otra parte, la sensación apocalíptica de la sociedad “contemporánea” de 1946.

¿Acaso hoy, 2 de diciembre de 1999, no siguen siendo estos dos elementos, los enemigos del humanista universitario? La excesiva profesionalización del intelectual, condición que desvirtúa su esencia; y una sociedad que lo necesita pero al mismo tiempo lo rechaza, justamente debido a la desorientación colectiva que signa ese devenir “laberíntico” que es el acontecer venezolano, y que ya había comenzado a dibujar Mariano Picón Salas hace medio siglo.


El esfuerzo es doble, porque la responsabilidad y el compromiso del profesional humanista también lo son. A pesar de todo lo medianamente descrito, debemos arrancar con fuerza esa manta totalizadora que nos ha cubierto y que ha tecnificado el íntimo y digno papel de ser defensores del intelecto. Debemos asumir con entereza nuestro papel de orientadores de una sociedad confusa, temerosa y desorientada, reducida a la imagen del borrego que sigue a su rebaño o del perro obediente que aprueba o desaprueba lo que sea, a partir de la decisión premeditada e interesada de otros.


Pero no debemos preocuparnos, las Humanidades están de moda. Según el diario El Nacional del pasado 17 de mayo, cerca de siete mil 500 bachilleres intentaron ingresar en nuestra facultad; sin embargo, sólo medio millar, número similar al que hoy describe la cantidad de graduandos que junto a sus familiares rebozan esta sala, alcanzó la tan ansiada meta: iniciarse en los estudios de una carrera profesional del área humanística. ¿Será el fin del milenio y sus profecías lo que empuja a esta bizarra realidad posmoderna que coloca el pensamiento humanista sobre cualquiera de los signados por la razón pura? No importa. Lo realmente trascendental es el renovado interés de la juventud por desarrollarse dentro del ámbito académico que privilegia el intelecto sobre la instrumentación; que da verdadera importancia a la razón humana: impura, subjetiva, intempestiva, sobre el restringido raciocinio de la exactitud.


Nosotros, los que estamos de salida, además de reflexionar sobre nuestra doble responsabilidad, debemos recordar que más que un título o un papel, estamos recibiendo la certificación tácita de nuestra capacidad intelectual, analítica, crítica, reflexiva, en conclusión, humanística; pues no basta un título de Licenciado en Comunicación Social, para ser un verdadero estudioso de la sociedad multimediática que nos rodea; no es suficiente un papel que advierte ante terceros que el portador es Licenciado en Psicología, para asumir el rol de aplicado en los misterios de la mente humana; y, definitivamente, no es necesaria una Licencia Académica de Filosofía para filosofar.


Seamos, a partir de ahora, más que licenciados, más que profesionales entrenados para un puesto de trabajo. Seamos intelectuales, críticos, reflexivos, analíticos, en definitiva, humanistas, que al fin y al cabo, fue en lo que nos formamos a lo largo de un profundo proceso académico dentro de esta Facultad, a la cual tenemos tanto que agradecer; en esta Universidad, a la cual debemos, necesariamente, estar ligados toda la vida.


Muchas gracias a todos.
Discurso de graduación.
Aula Magna (UCV). Jueves, 2 de diciembre de 1999

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