Una presentadora de la cadena de noticias MNSBC, de nombre Mika Brzezinski, se negó en vivo, durante la transmisión del noticiero estelar, a leer una información sobre Paris Hilton. La periodista ha causado un revuelo en Internet alrededor del mundo, pues muchos aplauden su actitud.
Brzezinski dijo que un noticiero no debía "abrir" (como decimos los periodistas en Venezuela) con una noticia de ese tipo cuando suceden cosas más importantes.
Esta acción, para algunos heróica, debe llevar a la reflexión a los periodistas de nuestras tierras, pues son pocos los que protestan en periodicos, radios y televisoras ante las estupideces de los editores al imponer a la fuerza una agenda informativa que busca, en la mayoría de los casos, colocar en la discusión pública temas que convienen a sus intereses económicos y políticos o, también, "borrar" de la realidad social informaciones importantes que afectan dichos intereses.
Vean el video de nuestro nuevo templo mediático YouTube...
sábado, 30 de junio de 2007
lunes, 25 de junio de 2007
Matar a un fantasma (Cuento)
Nuevo ejercicio literario...
Matar a un fantasma
La figura al final del callejón hizo que una vez más su corazón comenzara a latir con fuerza. Una emoción incontrolable invadió todo su cuerpo y, como la última vez, se dio a la tarea de planificar meticulosamente cómo eliminar de una vez por todas ese fantasma que se le aparecía en todos lugares, a todas las horas. Antes, esa imagen espectral se presentaba esporádicamente. Sin embargo, desde hace no pocos días comenzó a exponerse más seguido. En la universidad, en el liceo, en el Metro y en los oscuros vericuetos de su barrio. En todas partes esa enigmática silueta irrumpía en el escenario haciendo cada vez más incómoda la existencia de Gustavo.
No habría problema si la figura fuese difusa, inhumana, etérea, indefinida. Si fuese así hubiese sido fácil atribuirla al agotamiento, al trajín, a lo vertiginoso de su vida. Policía, profesor de liceo nocturno y aspirante a abogado son demasiadas tareas al mismo tiempo. También habría podido atribuir esa extraña situación al alcohol y a las drogas, elementos que esporádicamente se aparecían para irrumpir su cotidianidad y aliviar sus cansancios.
Pero la figura era clara, incluso perfecta. Y lo peor, tenía forma de mujer. Incluso podía definir una sonrisa malévola en su rostro, unos ojos ligeramente achinados y un pelo negrísimo y sedoso. Su cuerpo era pequeño, pero su volumen y sus formas lo hacían atractivo. En definitiva, era hermosa.
Cuando tenía oportunidad, Gustavo se empeñaba en describirla, descifrarla, en tratar de llegar más allá de lo poco que le permitía ver su cansancio, su inquietud, su emoción. Esa mezcla de sentimientos que estallaban cada vez que la veía. Sin embargo, esa noche decidió eliminarla por completo, se convenció de que debía enfrentarla para que desapareciera para siempre de su vista. Algo así como aquella película de terror en la que los personajes de pesadilla desaparecen sólo si uno los encara y les demuestra no tener miedo.
Sintió el frío de su revólver entre la camisa y la chaqueta, pero entendió que era inútil eliminar un fantasma con un arma de fuego. “Qué estúpido”, se increpó a sí mismo, mientras pensaba atribulado, con la boca seca y las manos algo temblorosas. De repente, vio cómo la figura se movía rápidamente entre los muros que hacen aún más claustrofóbica la entrada del barrio.
En ese instante experimentó la sensación de no ser la presa acorralada sino el cazador furtivo. Sintió vértigo y náuseas al percatarse de que era él quien perseguía y no quien lamentaba algún tipo de acoso. Entonces decidió apurar el paso y enfrentar a aquel espíritu perturbador que no lo dejaba vivir.
Transcurridos unos pocos segundos se hallaba frente a frente con esa imagen, la cual ya no era espectral. Esta vez pudo detallar sus ojos, sus labios, incluso tocar su pelo, pues como una reacción incontrolable, como un acto reflejo, sin pensarlo mucho, Gustavo llevó sus manos al cuello de ella y comenzó a apretar con todas sus fuerzas, con todo su odio. Sintió como de manera asombrosa el fantasma asumía increíblemente un volumen y una densidad física similar a la de un cuerpo humano común y corriente. Se sorprendió al escuchar que gemía como una persona y que exhalaba aire dificultosamente, como una mujer que se le escapaba la vida a causa de algún tipo de asfixia mecánica. Se asombró aún más cuando sintió que la mujer ahora se desvanecía entre sus manos, pero no para desaparecer sino para deslizarse lentamente hasta caer inerte y pesada sobre el piso sucio y húmedo del callejón.
Gustavo emprendió una carrera azarosa hasta su casa y trató inútilmente de dormir. Mientras, en la calle, se escuchaban carros a alta velocidad y ruidosas sirenas de emergencia.
Dos semanas después en la prensa nacional podía leerse una extraña crónica de sucesos sobre el caso del asesinato por estrangulamiento que cometió un agente policial, de nombre Gustavo Vargas Alfonzo, en la persona de la ciudadana Collette González Rodríguez. Según conocidos de la víctima, el presunto asesino acosó por meses a la hoy occisa, quien coincidencialmente además de vivir en el mismo barrio que su victimario, cursaba con este último estudios de derecho en Universidad Santa Cecilia de Caracas y ambos colaboraban como docentes suplentes en el Liceo Hernando Carlos Amézquita de la parroquia Santa Fe. Contra toda lógica y a pesar de su larga experiencia policial, Vargas decidió quitarle la vida a González en las cercanías de su residencia y a pocos metros de la vivienda de la víctima, lo cual ha confundido aún más a los investigadores.
sábado, 23 de junio de 2007
Nuevo video de prueba en YouTube
Si ayer muchos investigadores y téoricos de la comunicación de masas se alarmaron porque internet convirtió en "reporteros virtuales" a una cantidad incalculable de personas en todo el mundo, ahora deben estar más preocupados pues plataformas como YouTube.com y herramientas de edición de videos caseros como iMovie de Macintosh hacen posible que además de "reporteros virtuales", cualquiera pueda editar y publicar un videoclip, un minidocumental o una minipelícula sin conocer (sólo de vista) las herramientas clásicas (y difíciles) de edición de videos.
"Directores virtuales", pues.
Aquí, una prueba. Tengo dos días "intentando" manejar iMovie y ahí vamos con este experimento. Introduje una clásica estrategia retórica con la música. Espero que la pillen...
Por ahora un video familiar... Más adelante (espero) publicaré piezas audiovisuales más trascendentales y que tengan que ver con las categorías que encabezan este blog en su subtítulo. Ya saben, literatura, periodismo, bla, bla, bla...
"Directores virtuales", pues.
Aquí, una prueba. Tengo dos días "intentando" manejar iMovie y ahí vamos con este experimento. Introduje una clásica estrategia retórica con la música. Espero que la pillen...
Por ahora un video familiar... Más adelante (espero) publicaré piezas audiovisuales más trascendentales y que tengan que ver con las categorías que encabezan este blog en su subtítulo. Ya saben, literatura, periodismo, bla, bla, bla...
sábado, 16 de junio de 2007
Cortázar, lo real y lo fantástico
Esta es una de las muchas enseñanzas de Cortázar sobre su narrativa y la vida, recogida por suerte en su entrevista con Joaquín Soler Serrano durante uno de sus programas de los años 70: "A fondo"...
El tren y la fábrica (Cuento)
Este texto es el primer ejercicio del taller literario de Fuentetaja...
El tren y la fábrica
Él creía ingenuamente que el balanceo sostenido y rítmico del tren, en cierta forma, lo ayudaría a conciliar el sueño. Sin embargo, el ruido que salía de la locomotora le inquietaba. Aunque intentaba distraerse con otros pensamientos, el martilleo le hacía recordar el golpeteo incesante de la fábrica. Con cierta ironía pensó: “Me voy de esa mierda, lejos, huyendo de esa pesadilla y ese maldito sonido me persigue”. Como una música evocativa, el rumor acompasado del ferrocarril le traía a la mente las razones de su escape. Alí Segundo no soportaba las injusticias de sus patronos o, mejor dicho, sus torpezas. La compañía a la cual pertenecía desde hacía 43 años y medio aguantaba sin éxito los embates de los cambios provocados por la venta de la empresa a una transnacional. Además, la moderna y ruidosa maquinaria instalada en la línea de producción no agradaba a los empleados más antiguos. Pero esa mañana el disgusto se convirtió en odio y el resentimiento en violencia.
De pronto, el silbido de la locomotora le sacó del ensueño. Buscó en los bolsillos de su raída chaqueta algún cigarrillo y no encontró nada, salvo un pañuelo blanco, el cual contrastaba con lo sucio de sus manos. Rastros de grasa industrial y sangre se mezclaban creando una suerte de mugre que ocultaba cualquiera sospecha, cualquier pista inequívoca de porqué huía. Intentó limpiar el vidrio que lo separaba de una realidad que desconocía, pero el aceite quemado que permanecía tercamente entre sus dedos ensuciaba más la ventana. De algo sirvió, pues la repentina ausencia de su reflejo ahora no le mostraba el monstruo en el que se había convertido. Ayer era un obrero con ideas progresistas, luego un obstinado incontrolable y temeroso; y hoy, sin quererlo, un fugitivo víctima del rencor y la locura.
Sintió la boca seca y sus ganas de fumar se hacían cada vez mayores. Pensó en ir al coche restaurante, pero de repente sintió miedo. Tal vez ya habían avisado a las autoridades. Ya era de noche, pero existía la posibilidad de que alguien consiguiera el cuerpo de su jefe donde lo había dejado. Decidió aguantar sus apetencias e intentó dormir una vez más.
Alí se vio a sí mismo sentado en la sala de su casa. Su ropa estaba limpia y planchada. Buscó sus manos y contempló su inmaculada limpieza. Su esposa traía un plato humeante de sopa, ésa que tanto le gusta. El ambiente se volvió apacible y súbitamente la sonrisa anciana de su mujer le arrancó un gemido que en realidad buscaba ocultar un sollozo. Un llanto ahogado que hacía más contrastante esa calidez de hogar y la realidad fría e insoportable que se vivía los últimos meses en la fábrica. Comenzó a gritar de dolor y se percató de que todo era un sueño. Por fin había dormido un rato, pero de nada sirvió. Su ropa estaba sucia, arrugada, y sus manos le recordaban el abominable hecho que había cometido esa mañana.
Y otra vez estaba allí ese ruido, ese balanceo.
Esta vez el compás, el sonido y el movimiento del tren se hicieron insoportables. Cerró los ojos con fuerza pero no pudo alejar de su cabeza la imagen de su jefe perdiéndose entre los engranajes de la nueva máquina industrial que amenazaba su seguridad laboral y que constreñía su felicidad. Inútilmente intentó tapar sus oídos pero siguió escuchando claramente los gritos de dolor de su patrón mezclados con el martilleo escandaloso de la locomotora.
Repentinamente el ritmo fue disminuyendo poco a poco y el sonido fue haciéndose cada vez más tenue. Amanecía y la luz de la mañana se colaba tímidamente por todo el vagón. El tren entraba a la estación, el ruido ya no estaba y el balanceo se había apagado. Alí vio a través de la ventana empañada a su mujer llorando con sus manos temblorosas en el rostro. Esta vez no era una visión. Ella acompañaba a los oficiales para el consabido reconocimiento del prófugo asesino.
jueves, 14 de junio de 2007
Presentación
Esta presentación fue preparada para un taller literario que inicié en Internet...
Je me présent
Suficiente incompostura presentarme ante invisibles. Sin embargo, saberme ante seres a los que tal vez nunca veré sus rostros me concede cierta osadía, cierto arrojo. Soy, como nuestro incorpóreo coordinador, dado infructuosamente a situaciones inusitadas e inverosímiles para las presentaciones. He estado de incógnito “declarado” en eventos sociales o, peor aún, de invisible (como ustedes en este momento), con la única y osada finalidad de no desnudarme, de no mostrarme, mucho menos cuando tengo la responsabilidad pública de no “aparecerme” (periodista en ejercicio, organizador de eventos). Salvo en las aulas donde he tenido periódicamente la incompostura de presentarme por obligación, no soy amigo de las autopresentaciones. Pero la situación obliga y nuestro también intangible amigo Perec nos da una luz para lanzarnos a enumerar una suerte de atributos que nos dibujan o, peor aún, nos desdibujan, para volvernos tan imperceptibles e intangibles como ustedes que ahora leen estas líneas y me hacen visible por un momento gracias a la magia de las palabras. Así las cosas, je me présent…
Me gusta el francés aunque realmente asistí hoy a mi “primera” cuarta clase en la Alianza Francesa de Caracas, me gusta la literatura, me gusta dar clases, me gustan los rostros sorprendidos de los alumnos cuando les revelas un secreto, me gusta escribirte, me gusta que me leas, me gusta contemplar los ojos grandes de mis dos hijos, me gusta el universo cortazariano, me gusta adentrarme en las tribulaciones de Sartre, me gusta mi chaqueta de piel, me gusta que me quede mucha vida por delante, me gusta no estar ahora agobiado de trabajo (lo cual me permite la aventura literaria de este taller), me gusta ver mi casa cada día más atestada de libros (por leer, por escribir), me gusta la risa de los niños de mi patria, me gusta imaginarme caminando por París y Madrid, me gusta saberme periodista, me gusta la marioneta del Quijote que compré en Praga y que me observa mientras escribo estas líneas y, sobre todas las cosas, me gusta La Habana, la música e imaginarme que algún día seré lo que alguna vez fui…
No me gusta aprender tan despacio el francés, no me gusta que la literatura sea menospreciada por los jóvenes, no me gusta los que tienen algo más importante que hacer que escucharme en clases, no me gusta los que no se sorprenden cuando les revelas un secreto, no me gusta que mi texto no te guste, no me gusta que no tengas tiempo de releerme, no me gusta estar lejos de la mirada de mis hijos, no me gusta quien no entiende el universo de Cortázar, mucho menos que algunos no entiendan las angustias existenciales de Jean Paul, no me gusta que haga calor y mi chaqueta me moleste, no me gusta temer estar sin trabajo, no me gusta tener tanto que leer en tan poco tiempo, no me gusta el disgusto de los jóvenes de mi Patria, no me gusta no ver París ni Madrid en vacaciones, no me gusta saberme aún no-escritor, no me gusta no estar en Praga en este momento y, sobre todas las cosas, no me gusta Washington, el silencio y ser en este momento quien no quería ser…
Je me présent
Suficiente incompostura presentarme ante invisibles. Sin embargo, saberme ante seres a los que tal vez nunca veré sus rostros me concede cierta osadía, cierto arrojo. Soy, como nuestro incorpóreo coordinador, dado infructuosamente a situaciones inusitadas e inverosímiles para las presentaciones. He estado de incógnito “declarado” en eventos sociales o, peor aún, de invisible (como ustedes en este momento), con la única y osada finalidad de no desnudarme, de no mostrarme, mucho menos cuando tengo la responsabilidad pública de no “aparecerme” (periodista en ejercicio, organizador de eventos). Salvo en las aulas donde he tenido periódicamente la incompostura de presentarme por obligación, no soy amigo de las autopresentaciones. Pero la situación obliga y nuestro también intangible amigo Perec nos da una luz para lanzarnos a enumerar una suerte de atributos que nos dibujan o, peor aún, nos desdibujan, para volvernos tan imperceptibles e intangibles como ustedes que ahora leen estas líneas y me hacen visible por un momento gracias a la magia de las palabras. Así las cosas, je me présent…
Me gusta el francés aunque realmente asistí hoy a mi “primera” cuarta clase en la Alianza Francesa de Caracas, me gusta la literatura, me gusta dar clases, me gustan los rostros sorprendidos de los alumnos cuando les revelas un secreto, me gusta escribirte, me gusta que me leas, me gusta contemplar los ojos grandes de mis dos hijos, me gusta el universo cortazariano, me gusta adentrarme en las tribulaciones de Sartre, me gusta mi chaqueta de piel, me gusta que me quede mucha vida por delante, me gusta no estar ahora agobiado de trabajo (lo cual me permite la aventura literaria de este taller), me gusta ver mi casa cada día más atestada de libros (por leer, por escribir), me gusta la risa de los niños de mi patria, me gusta imaginarme caminando por París y Madrid, me gusta saberme periodista, me gusta la marioneta del Quijote que compré en Praga y que me observa mientras escribo estas líneas y, sobre todas las cosas, me gusta La Habana, la música e imaginarme que algún día seré lo que alguna vez fui…
No me gusta aprender tan despacio el francés, no me gusta que la literatura sea menospreciada por los jóvenes, no me gusta los que tienen algo más importante que hacer que escucharme en clases, no me gusta los que no se sorprenden cuando les revelas un secreto, no me gusta que mi texto no te guste, no me gusta que no tengas tiempo de releerme, no me gusta estar lejos de la mirada de mis hijos, no me gusta quien no entiende el universo de Cortázar, mucho menos que algunos no entiendan las angustias existenciales de Jean Paul, no me gusta que haga calor y mi chaqueta me moleste, no me gusta temer estar sin trabajo, no me gusta tener tanto que leer en tan poco tiempo, no me gusta el disgusto de los jóvenes de mi Patria, no me gusta no ver París ni Madrid en vacaciones, no me gusta saberme aún no-escritor, no me gusta no estar en Praga en este momento y, sobre todas las cosas, no me gusta Washington, el silencio y ser en este momento quien no quería ser…
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